4 de marzo de 2010

Devoción


Dando por supuesto que el mayor tesoro de la Hermandad es el conjunto de las Imágenes de nuestros Sagrados Titulares y las almas de los propios Hermanos, Horquilleros y Camareras, hemos hablado de reliquias en otro orden de cosas. Trompeta, caretas, cepos, báculos, estandartes, venerados Libros de Actas que guardan en sus páginas los nombres de quienes ya contemplan al Padre en el cielo por haber servido a su Hijo sin negarlo aquí en la tierra… ¡Y cómo abunda en ellos la figura mondeña, mondeñísima, del Carbonero!


Muchos que ahora leen esto lo han sido, y recordarán que si acaso estas fechas les sorprendía en tierras extrañas lo dejaban todo para no faltar a su cita con Jesús y María en Monda. Y alguna lectora recordará que, estando ella en el Quinario, llegó al templo una vecina a avisarle de que el marido había vuelto, quizá de Sierra Morena…


Todo, todo giraba en estos días alrededor de la iglesia y de lo que desde ella se iba a conmemorar, esto es la Sagrada Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo…


Si algún canto se oía por las calles, era, seguro, una saeta, pues incluso las emisoras de radio no emitían otros, y hasta las más alegres muchachas tenían asumido que desde el Jueves Santo no convenía manifestar regocijo, pues Jesús estaba padeciendo.


Y en las casas se preparaba el arroz con leche y el económico potaje, con el bacalao, tan barato entonces.


D. Miguel Villanueva Gallego escribía allá por los años sesenta:

“Tras la procesión al calvario, los hermanos mayores, también adoradores, continuamos la Vigilia de la Adoración Nocturna. Nos acostamos a las cinco, y a las nueve se sigue y se sigue… y se ayuna”. En tanto, quedaban acompañando a Jesús en el llamado Monumento jóvenes y viejos, en turnos establecidos por la propia Hermandad.


¡Y el Domingo de Resurrección, explosión de alegría!


Pero… ¿A quién hablamos? ¿Acaso el genuino mondeño no sigue, en esencia, viviendo con aquel espíritu de nuestros mayores estas fechas…? ¿No observamos que algunos cofrades son de los últimos en salir de la Hora Santa y de los primeros en madrugar el Viernes para estar un rato junto al Santísimo antes de seguir trabajando? ¿No es cierto que, si bien ya no carboneros, muchos paisanos, trabajadores lejos de nuestro terruño e incluso en el extranjero, esperan anhelantes la hora de viajar a Monda para apretar la horquilla que heredó, para abrazar el varal?


Y, como relataban nuestro Hermano de Honor D. José Jiménez Trujillo, a la vuelta a su trabajo, cuando sus compañeros comenten que pasaron las vacaciones en lugares de descanso y le pregunten: “¿Y tu, dónde has estado?”, el sucesor de los Carboneros responderá: “¿Yo? ¡En mi Monda, sacando a mi Nazareno sobre mis hombros!”


Programa Hermandad S. y P. Monda 2006

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